domingo, 20 de abril de 2008

Reticencias y rechazos para llevar el flamenco a la escuela hace 20 años


Dos grupos de opinión bien diferentes argumentaban desde diferentes enfoques: Por un lado en el colectivo de padres/madres y profesorado mostraba su oposición, porque consideraban que siendo misión de la escuela que el alumnado tuviera en la escuela, acceso a contenidos que sirvieran para acceder a una educación científica y acorde con valores sociales relevantes para el desarrollo de su personalidad, encontraban en el flamenco sólo aspectos negativos. Consideraban que el flamenco se desarrollaba en ámbitos en los que el alcohol, el chauvinismo y el sexismo estaban presentes como algo propio además de no aportar nada significativo desde el punto de vista cultural.
Por otro lado, el colectivo de amigos / as aficionados / as al flamenco, entendían que la escuela no era un buen instrumento para hacer que creciera el amor y el conocimiento del flamenco como un patrimonio cultural importantísimo. Entendían que el flamenco era un arte que se vivía en libertad, libremente aceptado y sin ningún tipo de controles de tiempos, espacios ni ritmos de aprendizaje. La escuela, sin embargo, representaba todo lo contrario; jerarquizada, rodeada de muros con puertas cerradas y un reparto arbitrario de los tiempos y espacios, con sirenas que recuerdan estructuras carcelarias, hacían de ella un lugar provocador de fobias a muchas de las disciplinas que se les imparte.
Visto así aseguraban que el flamenco sería rechazado por el alumnado y se crearían fobias hacia él, no permitiendo que en el futuro y desde ámbitos más naturales y espontáneos el alumnado sintiera la necesidad de conocerlo y valorarlo.

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